Cada día veo informes de psicología, psicopedagogía y psiquiatría de todo tipo en mi trabajo de orientador en un colegio y cada vez observo más disgustado el contenido de las terapias, los objetivos que se proponen los terapeutas, las razones que dan del problema personal, familiar o académico.

Lo único que se sabe proponer ahora en psicología experimental y psiquiatría (¡¡y hablo también de las mejores consultas cristianas!!) es proponer reestructuración cognitiva, relajación barata y narcisista (QUE NO FUNCIONA porque no arregla desde dentro de la persona), trabajar una falsa autoestima, reducidas habilidades sociales o emocionales, potenciar la asertividad y … yo, yo y más yo. Es no entender ni una pizca lo que significa ser persona, su estructura donal, su trascendentalidad, su vocación al amor, su afectividad, el significado profundo de la familia y la educaión. ¡Una persona cambia por amor (que es personal), no por una técnica! 

Esto NO resolverá nunca nada y NUNCA irá al cogollo del comportamiento libre del ser humano angustiado por no encontrarse en la profundidad de su intimidad con Dios y con los demás a través de Jesucristo. Son terapias autoreferenciadas y centradas en el «yo mismo» de Don Palomo (yo me lo guiso y yo me lo como).

Nadie se sana ni encontrará JAMÁS verdadera paz, si no se le ayuda a descubrirse necesitado de Cristo (que es lo mismo decir «de Verdad humana»), luego encontrarse con él y finalmente en centrarse en los demás. Basta ya de terapias del «yo», promovamos enfoques «hacia el tú». Si la vocación está en Cristo y en la santidad, ¿cómo no va a ser ése el camino de la la salud mental y de la felicidad?

¿Quieres estar bien? Pregúntate en todo momento por qué haces todo lo que haces, cada día, en cada momento. Por qué te despiertas y para quién mueres cada minuto que hace 60 segundo no poseías. Oriéntalo y verás que si buscas la felicidad, te dirigirás a Dios.