El aprendizaje implica algunos procesos necesarios y deben atenderse en el orden correcto. Los procesos mentales no se pueden omitir ni alterar en el orden, pero se podrán usar diferentes técnicas para trabajarlos. Sin embargo, existen dos factores previos a cualquier proceso mental, que ahora presentaré, que se suelen saltar a la hora de pensar en temas de aprendizaje. Estos son la motivación y la atención.

La motivación permite dirigir la atención, mientras que la atención es una función ejecutiva central por su constante presencia en todo proceso mental (en neuropsicología se la suele denominar, de hecho, Sistema Supervisor Atencional, SSA) y que depende de la motivación y del estado psicofísico del alumno (también denominado «mental»). La primero, la motivación, está claramente vinculada con la inteligencia y la voluntad, facultades del alma (anímicas) que no tienen localización neuronal (un concepto, por ejemplo, sí tiene su localización concreta), sino que se apoyan (como todo) en lo cerebral para ejercerse, pero sin sede física concreta (evidentemente no es una postura antropológica materialista). Dependiendo del factor motivacional, por el que hay que dar peso a que el alumno entienda qué debe de hacer y porqué, de despertará la atención. La atención entonces depende de la motivación y sólo de estar adecuadamente dispuesto y motivado, el alumno prestará la atención. La atención depende directamente de la motivación y del estado psicofísico. De allí que un fallo atencional puede deberse a dos factores:

Motivacionales: el alumno no tiene razones por las que estar atento o tiene un problema que le «llama» más la atención. En el primer caso el alumno no tiene razones o no ha entendido lo esencial de lo que tiene que hacer, es decir, el porqué personal. Si no entiende el motivo y cómo éste le afecta, no se implicará y no habrá motivación real. De lo segundo son un ejemplo el estar enamorado, tener un conflicto fuerte con un amigo o miedo a suspender un examen, así como haber perdido el trabajo. Cualquier problema que nos absorba los recursos (que son limitados) mermarán nuestra atención en su fuerza (mantenerla en el tiempo) y dirección (hacia lo importante y con el menor número de desviaciones).

Ambos casos son problemas motivacionales que, lejos de ser trastornos atencionales, generan un cuadro parecido al TDA, el famoso y frivolamente sobrediagnosticado Trastorno por Déficit de Atención.

Físicos: como todo lo que tiene base neurológica, bien por estar localizado cerebralmente, bien por necesitar de la actividad cerebral para ser experimentado a nivel consciente, una alteración en los neurotransmisores implicados en los procesos atencionales, evidentemente, afectarán a la atención en general. Este tipo de causa afectará a todos los procesos y no de forma selectiva, aunque se acusen más en aquellas tareas donde sea más necesaria una motivación fuerte, como es el estudio, la memorización, el esfuerzo de abstracción, etc.

Es en estos casos (que deberían de ser MUY pocos, rozando prevalencias del 1-2%) será realmente efectiva la medicación y tendrá tanto sentido usarla como el que presenta un problema cardíaco y necesite su medicación.

Dicho ésto, podemos entender ahora que una vez conseguida la motivación adecuada y la mejor atención posible del alumno, debamos centrarnos en los siguientes procesos que, si se hacen correctamente, retroalimentarán los primeros potenciándolos y favoreciendo la implicación personal del alumno en su aprendizaje, esto es, su maduración intelectual.

  • Comprensión

Consiste básicamente en entender el contenido (lo que se dice, es decir, cada idea planteada) y la estructura del mismo (como se organiza el conjunto de ideas). Es más simple atender al contenido, pues la estructura implica un proceso de abstracción algo más elevado y se hace más difícil sin haber entendido cada una de las ideas (de allí que tras no entender algunas ideas, el riesgo de abandonar en la comprensión global aumenta exponencialmente). La comprensión se da especialmente en directo, es decir, durante las explicaciones del profesor y, posteriormente, pero se perfecciona en casa, la misma tarde, mediante sobre todo el subrayado y la confección de los esquemas correspondientes. Tras la comprensión debe de darse la consolidación de lo aprendido (el siguiente proceso), de lo contrario se olvidará muy pronto, reteniéndose la ideas más llamativas (normalmente por cuestiones emocionales o acordes a nuestros gustos, pero sin marco estructural).

  • Asimilación

Implica haber comprendido todo lo necesario y saberlo explicar VERBALMENTE aunque con los esquemas delante (es decir, no ha habido aún memorización real). Por la asimilación el alumno tiene que «hacer suyo» lo comprendido. Implica asociaciones con otras ideas teóricas o experienciales. El proceso se parece a la digestión (de allí su nombre), donde la misma comida es digerida de forma individual y única.

  •  Memorización

El proceso de asimilación inicia automáticamente un proceso de memorización. Es como la primera memorización, pero pesa más en la asimilación la transformación de la información que se va personalizando. La memorización, sin embargo, es la fijación de lo entendido en su contenido y estructura personalizada por la asimilación. Implica repetir varias veces el contenido asimilado (presente en los esquemas) de forma correctamente espaciada. El espaciado temporal varía en cada persona, pero siempre debe de darse. Quienes tengan poca memoria necesitarán más repeticiones y a mayor implicación y personalización, mas duración de lo recordado. A medida que una información o conocimiento no es reactivado a nivel neuronal (es decir, que no lo usamos) las neuronas implicadas de distancian físicamente y llaguen a ser utilizadas para otras conexiones con el consecuente olvido de su anterior información.

  •  Repasos

Repasar es imprescindible para que las claves de recuperación (conceptos que activan otros de forma estructurada y automática) sean recordadas a tiempo y cuando necesario. Implica entonces reactivar el contenido principal (no todo). Su frecuencia tiene que ajustarse a las capacidades de cada uno y a la cantidad de exámenes que se estén preparando. El repaso pretende reavivar el contenido activador de la globalidad de lo aprendido: palabras clave, ramificación de conceptos, estructura de contenido (pasos, características, ejemplos, definiciones, apartados, acrónimos, etc.). Con el tiempo los repasos mantendrán las ideas estructuradas desde la raíz principal, pero el contenido final se irá inevitablemente perdiendo, necesitando así una re-lectura general o un repaso profundo de todo para reactivar contenido con detalles. Por poner un ejemplo, una asignatura estudiada hace años y repasada durante algún tiempo será recordada en lo esencial, perdiéndose cada vez más los detalles más pequeños. Una vez se deje de repasar por completo el olvido procederá a darse desde los detalles a lo esencial, llegando a olvidarse, de pasar mucho tiempo, incluso el haber dado dicha asignatura.